lunes, 14 de enero de 2013

Hija de la noche



Acunada en la bóveda celeste
para que los adoradores de las sombras te alabaran
como su deidad sagrada,
naces inmortal del mancillado vientre de la noche
y en un ritual te creces criatura.

—Todo había sido predispuesto por tu irreverente madre:
negros mantos de tisú, entretejidos hilos de plata.
¡Toda una parafernalia tu alumbramiento!

¿Qué fenómeno eres, camaleónica bruja?
¿Con qué demonio pactaron tus ancestros,
para heredar en ti, de las tinieblas,
a tan pécora mujer astuta?

Y te llamaron luna, ¡Luz del mundo!
Los mortales se rinden ante ti.
Incitas a pecar a los amantes.

¿Cuántas felonías ocultas en tu seno,
que hasta mi genio posee tu influjo maquiavélico?
¡Ciegos los incautos siervos que te bautizaron!

desde el hipnótico mirar de tus penetrantes ojos,
-hija natural de la noche, bastarda-
¡Qué soberbia te jactas, de omnipotente en tu plenilunio!

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